El Día de Muertos es una fiesta de origen prehispánica, atribuida a la cultura mexica. Tras la llegada de los españoles, estos mezclaron elementos de su propia cultura y religión católica al culto mexica, algunos aspectos de este rito resultaban extraños para los europeos. Conservando la esencia de su origen, esta festividad es la más colorida que tenemos en México, ya que nos acerca a nuestros muertos y a nuestras raíces, incluyendo el contacto entre aquellas culturas que nos formaron en lo que actualmente somos.
Dentro del manga Shaman King, de Hiroyuki Takei, existe una mención sobre nuestra festividad, la cual se me hace muy exacta cómo se le pinta y el humor de los mexicanos respecto a la muerte.
En principio, esta obra se centra en chamanes, descritos en el manga como aquellas personas que sirven de "vínculo entre este mundo y el otro. Son personas muy importantes que pueden establecer una comunidad con las deidades y los espíritus de la tierra, de quienes utilizan sus poderes en su representación". A lo largo de la historia, observamos los lazos entre personajes con estas características de diversas edades y nacionalidades con los espíritus con los que han firmado un pacto y a los que llaman "familiares", un término usado dentro del chamanismo, el budismo y artes ocultas para denominar a aquellos entes que sirven a un "amo" y pasan su conocimiento a futuras generaciones de éste.
Un arco argumental dentro de la trama se enfoca en el Torneo de "Shamanes", que sólo ocurre cada quinientos años, y en los combates intensos ocurridos entre varios grupos de chamanes con habilidades y espíritus variados, cada uno buscando ser el equipo ganador que logre fusionarse con los Grandes Espíritus que representan a la Naturaleza y que controlan el curso del mundo. Y es el protagonista, Yoh Asakura, quien aspira a ser el Shaman King.
En la primer batalla del torneo, el equipo integrado por los personajes Ren, Horo Horo y Chocolove se enfrenta ante el de la Tierra, el cual trabaja para el antagonista de la obra. El equipo de la Tierra se conforma de un chamán mexicano llamado Peyote Díaz y dos monjes rockeros budistas japoneses. Peyote tiene como espíritus acompañantes a una banda de mariachis, quienes murieron en una pelea dentro de un bar. Él usa como herramientas conductoras para sus espíritus a varios muñecos de calaveras, los cuales son poseídos por los mariachis para tener una forma física y poder atacar a sus enemigos.
Durante esta pelea, uno de los personajes, Anna, al ver los muñecos de calavera, menciona que "en México las calaveras son un símbolo de la muerte. En México celebran a los muertos... una vez al año, los muertos retornan a este mundo para venir a brindar y comer. Para los mexicanos, la muerte es algo familiar y alegre. Por eso, en ese día adornan con calaveras y muchas cosas más." Para nosotros, las calaveras simbolizan a cada uno de los muertos que la familia tiene.
Después, Anna añade que el Día de Muertos tiene gran parecido con el Festival Obon japonés. Éste se celebra en agosto y dura tres días, por lo general, entre el quince y diecisiete, en algunas regiones niponas han variado las fechas dentro del mismo mes.
El también llamado Festival de los Muertos da inicio con el tradicional baile Bon Odori ("baile Odori" o "baile de los muertos") al son de un tambor gigante (taiko) que es como se les da la bienvenida a los difuntos, realizado en parques o lugares donde hay templos budistas, alrededor de los cuales la gente forma una rueda y danzan rodeando una torre de la cual se desprenden hilos que sujetan farolillos de papel.
A sus difuntos, dentro de sus casas ponen ofrendas delante de pequeños altares budistas. La ofrenda consiste en onigiri (bolas de arroz), pepinos, berenjena, sake, dulces, velas, incienso y fotografías de los difuntos. Los elementos de sus ofrendas son similares a los que se ponen en México, ya que la comida es lo que ellos reciben de sus vivos, las velas son la guía a sus casas (así como los farolillos de los templos budistas), y las fotografías evocan al difunto.
Curiosamente, el pepino y la berenjena simbolizan, respectivamente, un caballo y una vaca. Los japoneses creen que sus muertos llegan en caballo a sus viejos hogares, porque saben que deben apresurarse a comer su ofrenda y a visitar a sus seres queridos, ya que su tiempo es limitado; después, su regreso al otro mundo lo hacen montados en una vaca, a paso lento, ya que es una pena para el difunto el despedirse de nuevo. Por eso, a estos se les ponen cuatro palillos simulando las patas de estos animales. El último día del festival Obon, por la noche, se quitan los farolillos, y se tiene por tradición el dejarlos flotar sobre algún río o mar, simbolizando el regreso al mundo de los muertos.
El Obon tiene su origen en una leyenda budista. Ésta se centra en un discípulo de Buda llamado Maha Maudgalyayana, o Mokuren, quien empleó sus poderes sobrenaturales para contactar con el espíritu de su madre fallecida. Al hacerlo, descubrió que ésta se encontraba en el reino de los fantasmas, donde sufría interminablemente. Alarmado por esto, se dirigió a Buda, preguntándole cómo podía liberar a su madre de ese sufrimiento. Buda le dijo que debía hacer ofrendas el día quince del mes séptimo. Mokuren así lo hizo, y pudo verla, y no sólo eso, sino que vio también la verdadera naturaleza de su pasado desinteresado y los muchos sacrificios que su madre hiciera por él. Alegre por su liberación y agradecido por su bondad, ambos bailaron contentos.
Es bello cómo dos culturas tan alejadas tienen un festival hacia la Muerte, en que la remembranza hacia nuestros difuntos y la guía espiritual que se les da para que lleguen a sus casas producen que las noches no sean tan solitarias para aquellos quienes han perdido a un ser amado. Al final, la Muerte nos une y nos sensibiliza, y recordarla y celebrarla nos hace sentir más vivos y más conscientes del camino de la vida.
@YukiVongola
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