Cinco años han pasado desde la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, hecho que cimbró a toda la nación como hace casi 51 años lo hizo la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
La reciente marcha (26 de septiembre), que recorrió las avenidas y calles más importantes de la Ciudad de México, tuvo como propósito el recordar a las autoridades que tras estos cinco años no se ha esclarecido este abominable caso, del cual es una maraña de ocultaciones y mentiras que continúan desde el sexenio pasado y que el presente, pese a sus promesas de dar con la, realmente, "verdad histórica" no ha hecho nada notable en resolverlo.
Durante la protesta se graffitearon edificios y se rompieron vidrios de establecimientos, lo cual no es aplausible, pero refleja lo harto que se tiene a la población con la corrupción y el que los políticos se "pasen la bolita" y no sepan nada. A veces alzar la voz no es suficiente y se llegan a este tipo de actos para que el gobierno preste atención, independientemente de la presencia de grupos de choque en las manifestaciones o si los anarquistas realmente lo son.
Qué importan los destrozos en la ciudad cuando lo material puede repararse, pero las 43 vidas arrebatadas y la destrucción de sus familias jamás podrán hacerlo.
¿A cuántas familias, cuántas vidas no han sido despojadas bajo el mando de la mano negra del gobierno?
Con la supuesta "transformación" que debería empezar a tener nuestro país, es lamentable que se siga evadiendo la responsabilidad del gobierno por indagar en el paradero de los estudiantes desaparecidos, así como otros que siguen estando impunes. Para los padres de estos jóvenes, imagínense el dolor de no saber dónde de encuentran, que pese sea un secreto a voces que ellos ya no se encuentran con vida, que sirva de un poco de consuelo que tengan en sus manos sus restos para poder llorarles.
Para el resto de la población, en especial para los estudiantes y aquellos con memoria histórica, el caso Ayotzinapa es un hecho indignante y una extensión de la violencia, corrupción, opresión y autoritarismo que se vivió el 2 de octubre de 1968, suceso que aún tiene incógnitas. Ambos hechos relacionan al gobierno, al ejército y a la policía federal como los responsables directos, aunque puede que en el de los normalistas esté involucrado un cártel de drogas. Lo cierto es que nada está confirmado, pero el pueblo no es ingenuo.
Medios de comunicación, organizaciones y universidades de otros países, como la Universidad de Tokyo, tienen estudios sobre la investigación de los normalistas (desde el 2014 hasta la fecha), enfatizando la falta de interés del gobierno en ésta y la acción social por querer esclarecerla. Mientras, en México esperamos que se nos oiga, porque estamos hartos de la impunidad y la violencia que azota a nuestro país, la cual nos rebasa día con día. O la exposición del chino Ai Weiwei que todavía está en el MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo) en que dedica una parte importante para expresar con su arte las consecuencias que ha traído la desaparición de los 43 en la sociedad mexicana.
Esperemos a ver qué sucede y si en la próxima marcha en conmemoración del 2 de octubre ocurre algo que pueda abrir los ojos de quienes tienen el poder.
@YukiVongola