lunes, 14 de septiembre de 2020

Japón y el Centenario de la Independencia de México

Hace 210 años, la Nueva España se independizó del imperio español y se formó una nueva nación, México, país que estableció sus propias relaciones e impacto con otras naciones. Japón no fue la excepción, ya que, durante el mandato del presidente Porfirio Díaz, cuando se conmemoraba el Centenario de la Independencia, el país del Sol Naciente festejó al lado de los mexicanos de manera memorable.

Dada la buena relación entre ambas naciones, el emperador Meiji regaló a México dos jarrones de porcelana japonesa (tojiki) decoradas con dos águilas y con incrustaciones de perla y oro. Este obsequio con diseño tan patriótico fue entregado de manos de Yasuya Uchida, comisionado por el emperador.

El diplomático fue alojado en la mansión Brannif, edificada en 1888 sobre Paseo de la Reforma, que perteneciera a Thomas Braniff Woods, accionista y director de la empresa que finalizó las obras del Ferrocarril Mexicano, y su esposa, Lorenza Ricard Werdall, ambos estadounidenses. Tras el fallecimiento de este personaje, la mansión fue destinada, además de recibir al diplomático japonés, para una serie de eventos para las fiestas patrias de ese año.

Como parte de los festejos para el Centenario de la Independencia, se realizó en el Museo del Chopo la exposición "El Pabellón Japonés", inaugurada por Porfirio Díaz, el embajador de Japón en México, Kuma Horigouchi, Yasuya Uchida, y resto de la delegación de ambas naciones, el 2 de septiembre de 1910. 

La exhibición contaba con pinturas y esculturas, así como objetos cotidianos japoneses: juguetes, herramientas para realizar cirugías, cerámica, bambú, katanas (espadas japonesas), kimonos, muestras de caligrafía, objetos para la ceremonia del té, arreglos florales (ikebana), entre otros.

La muestra, que duró dos meses, fue un éxito total, ya que el exotismo de la cultura japonesa y la funcionalidad de estos artículos decorados bellamente resultaron de gran interés para los mexicanos, por lo que los horarios del también conocido como Palacio de Cristal tuvieron que extenderse para dar cabida a los visitantes. Desde ese momento, comerciantes y miembros de la alta sociedad vieron con buenos ojos la mercancía nipona y se empezaron a importar sus productos.

Además de la exposición, uno de los aspectos llamativos fue un jardín japonés con un lago artificial, concebido y arreglado por Tatsugoro Matsumoto, uno de los primeros emigrantes que llegaron al país, a través de Chiapas, en 1897. 

Esta tarea le fue otorgada por el propio Porfirio Díaz, quien ya conocía su trabajo como diseñador de jardines, ya que era el encargado del área verde que circundaba al Castillo de Chapultepec y de los arreglos florales en su interior, cuando este sitio era la antigua residencia oficial de los presidentes.

Matsumoto introdujo, años después, las jacarandas en México. Primero, el presidente Pascual Ortiz Rubio solicitó al gobierno japonés la donación de árboles de cerezo (sakura) para que embellecieran las principales avenidas de la Ciudad de México, como Paseo de la Reforma, como símbolo de amistad entre las dos naciones. 

El canciller japonés le pidió a Matsumoto que los sembrara, pero él respondió que por la diferencia de los climas, los árboles de cerezo no eran muy viables. Después, con el presidente Álvaro Obregón, la idea volvió a surgir. El japonés recomendó las jacarandas, traídas desde Brasil, por su parecido con las sakura, y empezó a cultivarlas en el invernadero de su casa, ubicada en la Roma, para después plantarlas por toda la ciudad. 

Japón fue parte de la historia de México en un festejo especial, no sólo por participar con una exposición o cultivar árboles para embellecer las calles, sino que estos hechos marcaron la relación amistosa entre estos dos pueblos y sirvió para el intercambio cultural, muy presente en la actualidad. 

En esos años, ambos países se encontraban en etapas de modernización, de un interés por lo exterior que pudiera nutrir lo interior, de intentar darse a conocer internacionalmente y decir que su nación no era menos frente a los países europeos o Estados Unidos, por lo que el entendimiento entre sus gobernantes y habitantes fue acertado y aceptado.

La historia que nos une con el pueblo japonés, como en el caso de las jacarandas (árboles hermosos, aunque sean considerados una plaga), que creemos tan mexicano, y los importantes eventos durante el Centenario de la Independencia muestran el hilo rojo del destino que nos entrelaza: una hermandad forjada desde hace más de cien años que sigue floreciendo, sin importar las circunstancias del resto del mundo.

@YukiVongola

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