El deleite de escuchar en vivo música japonesa regresa a México, y qué mejor que volver con un espectáculo que combina las melodías de la tierra tropical nipona de Okinawa con el ritmo mexicano de la percusión: "Fusión de ritmos de Okinawa y México". Takashi Hirayasu y Armando Montiel fueron las estrellas que el miércoles 27 de octubre iniciaron su viaje musical en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, en el Centro Histórico capitalino, con destino al Festival Internacional Cervantino de Guanajuato.
Las melodías se basaron en el shashin, un instrumento originario de esta prefectura japonesa (su nombre significa "tres cuerdas" y está cubierto de piel de serpiente), en todo un conjunto percusionista y en la voz grave de Hirayasu, que me recordó a las voces potentes de los monjes budistas. Entre las canciones se pudieron escuchar "Oodori shisa", que hace referencia al baile en honor a las deidades del perro-león (shisa), pertenecientes a litología okinawense, cuyas estatuas son colocadas en las entradas de diversas edificaciones como una protección ante los espíritus malignos; o "Umi no chinboura", que hace referencia a un caracol puntiagudo de mar.
Hirayasu comentó que desde hace dos años quería venir a México a dar un concierto con su grupo, pero debido a la pandemia de Covid-19 esto tuvo que aplazarse, y el tema musical que tenía pensado también cambió. Curiosamente, a pesar de que Montiel ha estado en Japón debido a su participación en eventos musicales, no conoció a Hirayasu allí, sino aquí, en nuestro país. Fue el japonés quien propuso este trabajo único.
Montiel, por su parte, es uno de los íconos de percusionismo a nivel
nacional. Ha colaborado con intérpretes de la talla de Armando
Manzanero, La Maldita Vecindad, José José, Enanitos Verdes, entre otros,
y, así como en Japón, ha ido a otras partes del mundo para impresionar
con su estilo que combina jazz con música afroantillana, folclórica, rock, experimental y música popular mexicana.
Ambos tienen un gran y largo camino recorrido en la escena musical. Hirayasu, con 50 años de carrera, fue pionero al combinar las "shima uta", melodías típicas de Okinawa, con el rock. Eso lo llevó a formar su grupo Champloose, que combinaba otros géneros como el reggae, blues, jazz, R&B y canciones indígenas de Taiwán, blues africano y caribeño, lo que convirtió a la banda en un referente en este estilo nuevo que refrescaba la música folklórica y el rock japonés.
Este mix de ritmo se sintió con otras canciones como "Daisanaja"; "Asadoya yunta", melodía antigua que se ha transmitido en la isla Taketomi; "sasa bushi"; "acchame ko & toshin dooi", que se combina con el "kachashi", un baile típico en la interpretación de canciones populares de Okinawa de ritmo rápido, que consiste en tener las manos levantadas por encima de la cabeza y balancearse de lado a lado mientras se giran las muñecas. En esta melodía, muy movida y que daba la impresión de estar en un festival, un señor japonés, que estaba en la primera fila, se paró y comenzó a realizar los movimientos al son de la música, lo que animó al resto del público a levantarse e intentar imitarlos.
Todas estas canciones contienen un gran sentido de gratitud, respeto y veneración a la naturaleza, al sol, a la luna, lo cual se expresaba con los gestos que el cantante realizaba, ya que, al ser melodías populares, por lo general están acompañadas de bailes particulares. Ese sentimiento hacia lo que nos rodea, dicho por Hirayasu, está muy arraigado en la cultura y vida diaria de los okinawenses.
La melodía"Sokkyō sesshon - Jazz Latino" ("Sesión de improvisación"), a palabras de Armando Montiel, fue un experimento que Hirayasu le pidió al combinar ritmos mexicanos, al estilo del son, con una pieza original del japonés. El resultado, una bomba musical que explotó en todo el recinto, seguido de la melodía final "Mirokubushi".
Ante un inusual concierto, el público pidió una canción más. Para sorpresa de todos, ambos músicos regresaron con una sorpresa: un cover de "Stand by me", original de Ben E. King, pero con este ritmo okinawense y mexicano. Esta interpretación dejó claro el pasado rockero de Hirayasu, quien hace años colaboró con el guitarrista estadounidense Bob Brozman, y cuyo trabajo conjunto resultó en tres discos y giras mundiales.
Que el recinto tuviera el 75% de aforo no impidió que el público, tanto mexicanos como japoneses, bailaran y se mantuviera un ambiente festivo durante toda la presentación, y qué decir de la bulla musical que sólo dos hombres lograron. A pesar de las diferencias lingüísticas, lograron juntar ritmos tan diferentes y parecidos a la vez en canciones que impresionaron a los asistentes.
El dueto se presentará este 29 de octubre en la explanada principal de Irapuato a las 19 horas, con entrada libre. En el Festival Cervantino, al ser al aire libre y al televisarse en algunos canales, seguro habrá más personas que puedan disfrutar de esta fusión musical que se llevará a cabo el sábado 30 de octubre a las 12 horas. Esperemos que la Fundación de Japón en México traiga más espectáculos como éste que nos hagan sentir así de cercanos con la verdadera cultura nipona y nos haga recordar parte de la nuestra.
@YukiVongola